La Revista Semana publicó en su edición más reciente un interesante artículo acerca del maestro Harry Houdini a propósito del estreno en Colombia (apenas) de la película El Último Gran Mago (Death Defying Acts).
Un hombre de leyenda
La vida del mago Houdini sigue apasionando al mundo 83 años después de su muerte. Una nueva película sobre él se estrenó en Colombia.
A Harry Houdini siempre lo obsesionó la muerte. O más bien desafiarla. Después de todo, casi pierde la vida en uno de sus espectáculos cuando fue encadenado y enterrado, a dos metros de profundidad. Cuentan que luchó más de 10 minutos, mientras tragaba tierra, presa del pánico por primera vez en su historia de escapes insólitos, con la sensación de que había cavado su propia tumba en Los Ángeles. Esa tarde de 1915 sus técnicas casi fallaron, pero finalmente su puño brotó del suelo y el cuerpo maltrecho del mago quedó al descubierto. Convenció al público de que era inmortal.
Tal vez en verdad lo fuera, pues a 83 años de su fallecimiento por peritonitis, siguen apareciendo libros y nuevas películas sobre él. En Colombia se acaba de estrenar El último gran mago, protagonizada por Guy Pearce y Catherine Zeta-Jones. Esta cinta se centra en un episodio de la vida de Houdini, cuando decidió comprobar si era posible o no que algún médium lo comunicara con su madre en el más allá. Al hacerlo se ganó la enemistad de los espiritistas, pues llegó a la conclusión de que eran unos farsantes, y se dedicó a sacar a la luz sus trucos.
Si su vida y su muerte siguen despertando tanta fascinación es porque siempre fue un hombre lleno de enigmas. El mundo aún se maravilla de que Houdini haya realizado escapes tan extravagantes como salir de las entrañas de un «monstruo marino», según explicó a SEMANA Sid Fleischman, mago y autor del libro Escape. «Cuando esta criatura, que nunca fue identificada, apareció flotando en las costas de Boston, él quiso hacerse publicidad, se introdujo en su interior y aunque casi se asfixia por los gases, salió victorioso».
Muchos aún tratan de descifrar las técnicas del mago, y siguen generando versiones como que habría sido agente secreto al servicio del gobierno estadounidense y el británico, que tenía una relación de dependencia enfermiza con su madre, o que pudo haber sido asesinado, al punto de que en 2007 uno de sus descendientes pidió sin éxito que sus restos fueran exhumados.
«Fue en realidad la primera superestrella de talla internacional. Vivió en una época en la que muchas personas se sentían oprimidas económica y políticamente. Su habilidad de escapar a circunstancias adversas ayudaba al público a fantasear con la libertad», opina Vicki Cobb, quien escribió una biografía sobre el mago. William Kalush, autor de The Secret Life of Houdini, cuya versión cinematográfica está en proyecto, considera que «se convirtió en un héroe porque era un inmigrante, un hombre común y corriente que ni el gobierno ni la Policía podían retener».
Para que Harry Houdini se convirtiera en la celebridad mejor pagada de su tiempo tuvo que vivir muchos años de dificultades. En 1878, con sólo 4 años de edad, Ehrich Weisz, su nombre real, protagonizó su primer escape: su papá, un rabino judío, decidió abandonar Budapest para trasladarse a Estados Unidos, al parecer huyendo del antisemitismo húngaro. Ehrich, quien escasamente fue a la escuela, también tuvo que escapar de la pobreza y ayudaba a su papá a sostener una familia de siete hijos. Lustraba zapatos, vendía periódicos y trabajaba como aprendiz de cerrajero. En su barrio tenía fama de ser «el niño que abría cualquier chapa». Incluso en una ocasión un policía le pidió ayuda para que le quitara las esposas a un prisionero porque su llave se había roto. «Ese preso es la única persona en el mundo aparte de mi esposa que sabe cómo abrí el cerrojo», confesaría Houdini. Tanto lo marcó ese episodio, que años más tarde, convertido en mago, retaría a los policías de cada ciudad a que lo esposaran y ofrecía 100 dólares a quien lograra retenerlo. Nunca tuvo que pagar.
Su carrera comenzó con el Circo de los 5 centavos, que creó a los 9 años. Como hacía un show de contorsionismo en el trapecio, se hacía llamar ‘Ehrich, el príncipe del aire’. Tiempo después, en Nueva York, empezó a aficionarse por los libros de magia, entre ellos uno del famoso ilusionista francés Robert Houdin, su héroe y de quien tomó el nombre con el que se haría conocido mundialmente. Harry era su apodo, ‘Ehrie’ en inglés. Con esa nueva identidad, a los 17 años ideó The Brothers Houdini, un show que presentaba con su hermano menor en locales de poca monta. En esas estaba cuando su papá murió. Sus últimas palabras fueron para su esposa: «No te preocupes. Ehrie regará oro en tu delantal algún día».
No se equivocó. Se casó con la cantante y bailarina Beatrice Raymond, quien sería su asistente en sus primeros espectáculos. En 1900 se fue de gira por Europa y allí conoció la fama, cuando se soltó de una viga a la que había sido esposado por el superintendente de Scotland Yard. Desde entonces empezó a saltar encadenado a ríos, y a lanzarse desde puentes con una camisa de fuerza, para desatarse a la vista de cientos de espectadores. En Alemania demandó a un periódico por atreverse a decir que sobornaba policías para que secretamente le dieran las llaves. Y para limpiar su nombre hizo uno de sus espectaculares escapes en el juzgado.
A su regreso a Estados Unidos su popularidad siguió en ascenso: desapareció un elefante en Nueva York, y en Washington escapó del pabellón de los condenados a muerte al tiempo que los prisioneros fueron encontrados en celdas distintas. De todos, el truco más impresionante fue el de la celda de tortura china. Houdini era esposado, sumergido de cabeza en una especie de acuario, y sólo sus pies atados quedaban fuera del agua. Dos asistentes esperaban con hachas para romper el recipiente en caso de que no lograra su objetivo, y una cortina cubría la caja para que nadie supiera cómo escapaba. Dicen que lo hacía en dos minutos, pero le gustaba hacer esperar al público para aumentar el dramatismo.
Muchos pensaban que Houdini tenía el poder de desmaterializarse. «Sin embargo, él siempre fue claro en que sus trucos eran una combinación de ilusionismo, la confusión que generaba y proeza física», comentó a SEMANA Matthew Carpenter, curador en The History Museum at the Castle, que tiene una exhibición dedicada a Houdini. Cuentan que era capaz de dislocar sus hombros y que por eso las cadenas se le resbalaban. Dicen que podía ensanchar su pecho mientras lo sujetaban de manera que cuando volvía a su estado normal, la camisa de fuerza le quedaba floja. También que escondía llaves en su boca y en otros orificios de su cuerpo. Que hacía mucho ejercicio y se sumergía en su tina a diario para entrenarse en aguantar la respiración bajo el agua.
Houdini era un ególatra, un maestro de la autopromoción. Quizás eso le costó la vida. Como proclamaba tener un abdomen de acero, el 22 de octubre de 1926 un universitario entró a su camerino para preguntarle si podía pegarle a su estómago. Aunque el mago asintió, no tuvo tiempo de prepararse para el golpe. Esa noche le empezaron fuertes dolores y tras varios días descubrieron que tenía apendicitis. Pero se negó a ser operado de inmediato porque el show debía continuar.
Harry Houdini murió el día de Halloween. La leyenda cuenta que le dijo a su esposa que volvería del más allá si esto era posible. Después de todo, nunca nada lo había detenido. Por eso le habría dejado un código que sólo ella conocía, para comprobar la legitimidad del mensaje en caso de que hiciera contacto. Beatrice habría ofrecido 10.000 dólares a quien la comunicara con su amado. El 31 de octubre de 1936 realizó la última sesión de espiritismo y como nada pasó, dejó de insistir, pues era «demasiado tiempo para esperar por un hombre». Dicen que en ese momento una fuerte tormenta azotó el lugar.
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