Gabriel García Márquez mezclando el naipe invisible del mago Richard Sarmiento – Magazín Al Día (1993)
«Dicen que cuando la imaginación y la realidad coinciden se produce un fenómeno en los seres humanos llamado felicidad»
Así comienza Miguel Puga (MagoMigue) su efecto Imaginación, inspirado en el Realismo Mágico, movimiento literario que consiste esencialmente en transformar situaciones irreales y extrañas en cotidianas y comunes, algo así como mezclar un naipe imaginario. Su máximo exponente es Gabriel García Márquez, quien siempre quiso ser mago.
Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la de prestidigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura. Ambas actividades, en todo caso, conducen a lo único que me ha interesado desde niño: que mis amigos me quieran más. (Retratos y autorretratos, 1973)
¿Tendrá algo que ver el gusto de Gabo por el arte de la magia con su inclinación hacia el Realismo Mágico? Tal vez disfrutaba ver en vivo y en directo fenómenos que sólo eran posibles en su imaginación. Este es un fragmento de su obra autobiográfica Vivir Para Contarla (2002):
Me enloquecían los magos de feria que sacaban conejos de los sombreros, los tragadores de candela, los ventrílocuos que hacían hablar a los animales, los acordeoneros que cantaban a gritos las cosas que sucedían en la Provincia…
Cuentan que cuando pequeño todos creían que iba a ser pintor, tenía una habilidad especial para dibujar, pero decía que los pintores son los que pintan las puertas. Durante las fiestas de su natal Aracataca llegaban circos, teatros y magos, su hermana, Aída García Márquez, recuerda que Gabito iba junto a su abuelo a todos los espectáculos.
El mago que veía el pequeño Gabito junto a su abuelo era Richardine, muy famoso en Colombia (sobre todo en la costa caribe), quien hacía espectáculos al estilo de los que presentaban Chang y Fu Manchú. Cuentan que de todos los niños presentes en la audiencia, él era el único que miraba concentrado al ilusionista. Luego dibujaba historietas (en la pared de su casa) donde recreaba lo que había visto: el mago desaparecía palomas de un sombrero, también le quitaba la cabeza a su asistente con un serrucho y la volvía a poner en su lugar.
Su afición era tal que después de las funciones reunía amigos para hacer un improvisado teatro, dibujaba los carteles y hacía bocinas para llamar a la función donde había baile, magia, música y acrobacias. Así recuerda su hermana Aída al mago Gabriel José en el siguiente fragmento del libro Gabito, el niño que soñó a Macondo (2013):
Para realizar uno de los actos hizo lo siguiente: del patio del comisariato cogió unos cocos que estaban con las hojas que sobresalían de su extremo superior. Gabito, a los cocos, les ponía unas máscaras y una peluca, acostaba en una mesa la figura de una persona y simulaba el cuerpo con un vestido. Colocaba un frasco con anilina roja. Tomaba por el pelo la peluca y cortaba con un cuchillo de juguete la cabeza y al tiempo derramaba la anilina. Luego exhibía la cabeza derramando la anilina. Todos aplaudían el ingenio del mago derramando sangre.
Imitando al mago Richardine, Amira, Alicia y Aída Rosa nos prestábamos para esta prueba de magia. En las bancas largas del teatro Olimpia colocaban dos cajas de cartón iguales, una contigua a la otra.
Presentaban primero a Alicia González, bien presentada, saludando al público. Luego entraba a las cajas y rápidamente se pasaba a la última; el mago del acto, que era Gabito, tomaba su serrucho y cortaba exactamente por donde se unían las cajas que se comunicaban con un hueco o una cortina por donde salía la supuesta desaparecida.
Todos aplaudían y gritaban llenos de emoción por el prodigio del mago Gabriel José, que presentaba las dos cajas completamente vacías.
La magia era la razón de su amistad con Guillermo Dávila, miembro fundador de la Sociedad Colombiana de Magos, aficionado al ilusionismo, linotipista de varios diarios y comentarista de hípica con quien se conoció a inicios de los años 50. De quien en su obra Vivir para Contarla lo califica como un prestidigitador de maravillas.
…Nos mantenía deslumbrados con las travesuras mágicas de hacer salir pájaros vivos de las gavetas de los escritorios o dejarnos en blanco el papel en que estaba escrito el editorial que acabábamos de entregar a punto de cerrar la edición… Para mí, compartir con un mago la rutina diaria fue como descubrir por fin la realidad.
Gabo conoció a varios magos colombianos, uno de ellos Borletti de quien decía: «Borletti es el mejor mago del mundo, lástima que nació en Riofrío». Cuenta Borletti que se conocieron en Valledupar, un día que García Márquez estaba reunido con varias personalidades de la región, entre ellos Rafael Escalona; él se hizo muy amigo de Gustavo, hermano de Gabo, quien lo invitó a varias fiestas donde hizo magia. Asegura que en una de sus últimas visitas a su natal Aracataca, el Nobel colombiano pidió al Alcalde ver a dos personas: Borletti y Emilio Pérez.
Gabo viendo el show del mago Richard en casa de Rita de Agudelo – Magazín Al Día 1993
García Márquez disfrutó de la magia de Richard Sarmiento en casa de Rita de Agudelo en el año 1983, donde confesó que ser ilusionista fue una de sus mayores ilusiones y quizá una de sus íntimas frustraciones. Se deleitó mezclando el naipe invisible y reía como niño con cada uno de los efectos.
En la Escuela de Artes Mágicas de Bogotá, el mago Richard exhibe su copia de El Coronel no tiene quien le escriba con la dedicatoria escrita justo después de su show: «Para Richard, para que vea que yo también sé; con todo mi asombro, Gabriel». Luego, el 20 de julio del mismo año, el Nobel pidió nuevamente que Richard estuviese en la cena donde celebraba el Nobel con sus amigos. En esa ocasión firmó Cien años de soledad: «Para Richard, de su hincha total, Gabriel».
Según Gabriel García Márquez nunca pudo ser mago, pero todos los que hemos disfrutado de sus obras nos sumergimos en sus mundos imaginarios y cerramos cada libro con un aplauso como despidiendo al mejor de los ilusionistas.
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