Lección del Padre Wenceslao Ciuró

Uno de los magos españoles más influyentes del siglo pasado, autor de muchos libros de donde comenzaron, entre otros, Juan Tamariz, nos regala esta cita en el primer tomo de su obre «Cartomagia»:

«La vida esta llena de conveniencias sociales, como efecto necesario de lo que es el hombre en realidad, a saber: un complejo de realismo e idealismo, de vicios y virtudes… Asistimos a un entierro, y decimos a los familiares del difunto: “Les acompaño en el sentimiento”, cuando en la mayoría de los casos, no sentimos sentimiento ninguno. Recibimos una visita importuna y al despedirnos, diremos “Le agradezco mucho su vivita” A una Mamá que nos presenta a su hija, le diremos que la encontramos “salada” (a la niña), aunque nos parezca “sosa”…

Estas mentiras caritativas ayudan a idealizar un poco la vida demasiado realista. Si los hombres dijéramos en cada momento lo que sentimos, la vida sería insoportable.

¿A qué viene esto aquí? Dirás. Viene porque algo muy parecido pasa entre el aficionado ilusionista y sus amigos espectadores. Estos, por lo regular, asisten a la sesión como invitados, se divierten, ríen…gratis, claro está. No quiero ser tan pesimista que crea que se trata siempre de la mentira caritativa, cuando al final, le dicen: “Nos ha gustado mucho” “Hemos pasado una tarde estupenda”; pero sí, que en la mayoría de los casos hay la exageración caritativa… “es usted un as” “ganaría una fortuna si trabajara en teatros”…

Estas exageraciones caritativas han hecho mucho bien y mucho mal. Han hecho bien, porque han estimulado a una multitud de principiantes para seguir trabajando, y han llegado a ser excelentes ilusionistas. Pero han hecho también mucho mal, porque han lanzado por el camino del profesionalismo a magos ineptos, que han tenido que comer el pan del fracaso, económico y moral.

Y en lo que a ti concierne, querido lector, ¿quién te dirá, en las apreciaciones de tus admiradores, si se trata de mentiras, de exageraciones o de la verdad? Solamente tu recto criterio. Al escribir lo que antecede no he tenido otra intención que contribuir a formar parte de tu buen sentido.

Tu mismo debes conocer el valor de tu trabajo, y, agradeciendo siempre los cumplimientos de tus benévolos espectadores, has de saber ponderarlos, en tu fuero interno, en lo que tienen de objetividad y de buena intención. «

Padre Wenceslao Ciuró

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