Comenté que de las jornadas cartomágicas del Escorial se dejaban tareas y una reciente fue relacionar otras artes con la magia, navegando un poco me encontré con este interesante texto en un blog de magia llamado La Pequeña Bitácora de Rubiales escrito por el español Juan Luis Rubiales. Recomiendo leerlo con calma.

MÚSICA E ILUSIONISMO

Dedico este artículo a las personas que aprenden el arte de la magia, el arte musical y sobre todo a las personas que, de acuerdo con la estética crociana, siguen pensando que el Arte es una cualidad única, y las disciplinas artísticas sus materializaciones.

A lo largo de los días 31 de octubre al 2 de Noviembre, tendrá lugar en Madrid una curiosa reunión. Cerca de cincuenta magos de todo el mundo, invitados personalmente por Juan Tamariz, se reunirán en El Escorial para hablar de Cartomagia, término que, en el lenguaje especializado de esta disciplina, se refiere a la magia de cartas.

Para los no habituados a la presencia de estos artistas en su medio habitual, tener noticia de esta celebración puede suponer un sorprendente contraste con sus vidas cotidianas. La reciente alteración de la visión de los magos, sobre todo a partir de la tremenda difusión del fenómeno Harry Potter, ha atribuido a la figura del mago un papel sobre todo destinado al público infantil, cercano al mundo circense o, directamente a la ficción. Muchos niños actuales desconocen incluso el nombre de Juan Tamariz, y su visión de la magia ha quedado condicionada por el contraste entre los modestos progresos de Harry y sus amigos dentro del reglamento que rige el Colegio Hogwarts con las sorprendentes habilidades de los magos adultos y en especial, de los magos malvados (llamados oscuros) en este mismo ambiente ficticio ambientado en algún remoto lugar al norte de Londres.

Sin embargo, lejos de todas las ficciones literarias, existe un arte mágico en nuestra propia sociedad, y ha existido probablemente desde siempre, en forma de juegos más o menos complicados con objetos cotidianos y con objetos que han pasado a formar parte de la indumentaria característica de los magos.

La sorprendente ignorancia del público en general por lo que respecta a la actividad mágica me recuerda mucho a lo que sucede con la interpretación de la música clásica. A ojos de un adulto medio, un mago es un ser elegante, que desde un escenario divierte a los niños sacando todo tipo de artefactos de una chistera, con expresión facial entre solemne y absurda. De la misma manera, un concertista de piano es otro ser elegante que desde un escenario aburre a otros seres elegantes interpretando frente a un mueble negro con expresión extática invariable. De la caricatura de mago y pianista podemos sacar como conclusiones que ninguna de estas profesiones se conoce suficientemente en la sociedad. También se desprende la idea de que magia y música parecen carecer de un público aficionado de alto nivel, que conozca los principios técnicos de la disciplina sin ser profesional.

Magia y música comparten el hecho de ser consideradas cuestión “de especialistas”, de “técnica”, de “talento”, términos que no ayudan precisamente a que el papel de ambas se comprenda mejor.

Podemos considerar tanto a la magia como a la música como dos artes, dos disciplinas humanísticas. Sin duda no tendré que justificar aquí el papel de la música como arte, ya que nuestra sociedad reconoce la música como arte liberal desde mediados del siglo XIX. Sin embargo, y dado que la magia es un arte joven, aún parece no haber alcanzado este reconocimiento, y, en pleno siglo XXI, asistimos a debates en el seno de la magia que son la viva recreación de las conversaciones que debieron animar a los músicos de la época romántica. De esta manera, los magos actuales tratan de relacionar las diferentes disciplinas artísticas con la magia. La relación de arte mágico con la poesía puede ejemplificarse con el hermoso juego “Soneto” del mago argentino René Lavand, en el que el efecto mágico de aparición de las cartas está relacionado con el recitado del Soneto a Violante, de Lope de Vega. El efecto estético es de una extraordinaria belleza. En cuanto a la relación de la magia con la música, por no salirnos del mismo autor, podemos poner por ejemplo el juego “Sinfonía de color”, también de René Lavand, en el que los colores de las cartas aparecen rítmicamente alternados a compás del Segundo Movimiento del Concierto para piano número 21 de Mozart. A lo largo de la historia de la música, asistimos a muchos instantes en los que la música se relacionó con la imagen, o la poesía en busca de su propia forma.

No faltan las voces que dicen que la magia en sí misma tiene que mantener su propia estética sin necesidad de relacionarse con las demás artes, con el fin de conservar su propia esencia. También esto sucedió en el campo de la música. En el caso de la magia, su dependencia de la palabra será casi siempre inevitable, porque aunque existen juegos en los que no se narra una historia, ni se explica un proceso, son muchos más los juegos que combinan palabra y acción con la belleza de un efecto.

Dentro de la relación de la música y la magia me han llamado la atención otras dos cuestiones. La primera tiene que ver con el dominio de una técnica que, no obstante, no es el centro de atención del espectador. Si un pianista logra vencer las dificultades técnicas de saltos, legatos, stacatos que forman la Cuarta Balada de Chopin, su objetivo no es que el espectador capte cada salto, cada legato, sino el sentido musical, su propia interpretación de esta Cuarta Balada. De la misma manera, el mago que interpreta un juego debe ocultar toda su habilidad en virtud del efecto mágico y del sentido de este juego.

La segunda cuestión tiene que ver con los ámbitos de la magia. En el siglo XIX, la diferencia entre música sinfónica y ópera, y música de cámara, tenía que ver sobre todo con una cuestión de espacios. La música sinfónica era una música de escena, que se interpretaba ante un gran público, en una espaciosa sala de conciertos, con escenario, o bien al aire libre, pero con un fuerte componente representativo. En cambio, la música de cámara era de carácter más familiar, tenía un espacio más pequeño, un ambiente casi familiar, amistoso, un círculo cerrado muchas veces en torno a una mesa, en los conjuntos vocales, o en torno a un piano o un grupo de atriles en los cuartetos o conjuntos con piano. En la magia existe una división de espacios parecida entre magia de escena, de grandes efectos a realizar en un escenario y magia de cerca, más cotidiana y próxima, que puede tener lugar en la propia mano del espectador. En este contexto, el mago de escena está más caracterizado como personaje, mientras que el mago de cerca parece uno más de los integrantes del público.

Por mi afición particular a la música de cámara, la figura del mago de cerca ha despertado en mí una especial simpatía. A pesar de ser reconocido internacionalmente como uno de los mejores del mundo, Tamariz es, por ejemplo, un mago fundamentalmente de cerca, ya que prefiere esta magia a la de escena. Esta sucesión de acontecimientos mágicos que pueden tener lugar en un espacio pequeño me recuerda a los milagros de creación de música de cámara que tuvieron lugar en círculos de amigos en el siglo XIX, en especial la música de cámara de Schubert. Pienso en el ambiente alegre que se respira escuchando el hermoso quinteto “Die Forelle” y empiezo a comprender que la magia está creando, desde hace menos tiempo, un espacio parecido, una sensación de creación en los espacios pequeños que nuestra sociedad debería poder entender, para disfrutarla más.

Es curioso pensar que, en el siglo XIX, el primer compositor que vivió exclusivamente de su arte sin depender económicamente de un mecenazgo, es decir, Schubert, tuvo muchos problemas a causa de la magia, que en Viena tenía un gran auge en ese momento en la figura de Hofzinser. Schubert tuvo que cancelar el proyecto de celebrar conciertos en la ciudad cuando coincidían con espectáculos de Hofzinser, ya que la sociedad vienesa prefería asistir a las representaciones mágicas. Sin embargo, actualmente las cosas son bien distintas , y el reconocimiento de la música como un arte ha repercutido en la organización educativa de los estados, de forma que dentro del campo musical son más los profesionales de la música que emprenden una carrera en el campo de la pedagogía que en el de la interpretación. Esto aún no sucede en el campo de la magia, ya que aún su condición de arte no está suficientemente reconocida. El empeño y la dedicación a su arte de muchos de los jóvenes magos los convierte en artistas de gran interés, de interesantes inquietudes, en muchos casos más profundas que las de los artistas que se dedican a una disciplina demasiado estructurada académicamente, como es el caso de la música. Todos los que, de ellos aspiren a desarrollar una carrera como magos profesionales, se enfrentan a las mismas dificultades que un joven pianista que quiera llegar a ser concertista profesional. De no querer afrontar el riesgo, la magia sólo podrá ser para ellos una afición, teniendo que dedicar la mayoría de las horas del día a otras cuestiones.

Los esfuerzos de estos artistas por encontrar un reconocimiento de su disciplina en el ámbito humanístico me han llevado a escribir este artículo, como muestra de mi admiración y respeto profesional a todos ellos, porque comprendo y comparto sus dificultades. Entiendo que la persona que quiera dedicarse a su arte, debería tener un apoyo en la sociedad para conseguirlo, y, en este contexto, existen diferencias entre las diferentes artes, siendo la música, en este caso, una privilegiada, como la literatura o la pintura, por tener la opción pedagógica como salida profesional.

Las jornadas de Cartomagia del Escorial se dedicarán este año a la magia y la Performance, todo un símbolo de la sana y rápida evolución que está experimentando este arte, uno de los más desconocidos y más sorprendentes de nuestra cultura.

Elisa Rapado

Fuente: www.filomusica.com

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